CNV

Desde el 2007 me intereso en los principios de la comunicación no violenta (Marshall Rosenberg), de manera teorica y práctica. Estos elementos me han servido como una herramienta más de observación de mi misma y del mundo que me rodea. El simple hecho de notar la diferencia entre un pensamiento, una observación, un sentimiento o una necesidad, no solo nos aclara el panorama de lo que estamos observando sino que también genera un espacio, fundamental para el movimiento y la transformación. Si no soy capaz de discernir entre estos cuatro elementos, es muy probable que responda de manera inmediata a través de conclusiones y explicaciones condicionadas por mis propios hábitos, que a su vez serán un refuerzo en el funcionamiento de los mismos.

Por ejemplo, si arreglé con un amigo para encontrarme a las 4 de la tarde en un bar, y éste llega mas tarde de lo que habíamos acordado, eso puede ser el disparador de diferentes sentimientos. Estos sentimientos serán unos u otros dependiendo, entre otras cosas, de mis propias necesidades en ese momento. Si yo necesito tiempo para terminar un trabajo y aprovecho de ese tiempo para hacerlo, seguramente me sienta contenta o aliviada. Si por otro lado, tengo cosas que hacer en mi casa u otra cita luego a la que no quiero llegar tarde, entonces seguramente me sienta enojada o frustrada porque mi amigo no llega a tiempo. El sentimiento puede estar también justificado por algún pensamiento mas general, o creencia como “llegar tarde está mal.” El sentimiento de enojo le dará a su vez credibilidad a la teoría y yo quedaré atrapada dentro de un patrón que se justifica a si mismo y que no solo me genera dolor hoy sino que me generará dolor cada vez que alguien llegue mas tarde que previsto a una cita.

A través de la práctica de la comunicación no violenta, observo esta idea previa de cómo pienso, reconociendo que es lo que necesito en ese momento y hacerme entonces responsable de los sentimientos que se dispararon cuando mi amigo llega mas tarde de lo acordado. Esta conciencia de lo que está pasando trae como consecuencia espacio entre cada uno de los elementos, un proceso de expansión que genera un alivio en mi y que me permitirá también relacionarme de manera diferente con mi amigo cuando llegue.

En otras palabras, a través de este proceso de observación puedo aprender mucho de mi, de mis creencias y de mis estructuras de pensamiento que determinaran luego lo que Alexander llamó la respuesta al estímulo. En las palabras de Krishnamurti, puedo aprender mucho del punto desde el cual observo habitualmente.

“Toda relación es un espejo en el cual la mente puede descubrir sus propias operaciones. Las relaciones son entre uno mismo y otros seres humanos, entre unos mismo y las cosas o pertenencias, entre uno y las ideas y entre uno y la naturaleza: en ese espejo de relación uno puede verse a si mismo tal cual es- esto solo si es capaz de mirar sin juzgar, sin evaluar o condenar o justificar. Cuando uno tiene un punto fijo desde el cual observa, no hay entendimiento en la propia percepción.”

Reconociendo que existe ese punto desde el cual observo, ya aparece un nuevo espacio, una nueva posibilidad. Como bien decía Alexander, “las cosas invisibles son las mas difíciles de sacarse de encima”.
Si veo que ese punto existe, entonces ya es otra la perspectiva con la cual observo, y yo misma soy parte de esa observación.
Ese punto fijo, por mas solidario, igualitario o altruista que sea, me separa y diferencia de los otros. Nadie que yo conozca esta 100% de acuerdo con mis ideas y mis teorías, sin embardo, todas las personas que yo conozco funcionan y reaccionan de acuerdo a sus propias creencias. Si fuéramos capaces de ver desde que lugar nos estamos relacionando con el mundo que nos rodea, y que patrones habituales se desprenden de este lugar, creo que podríamos también ver la igualdad que nos une, o quizás aun más, la unidad que somos.

Este punto fijo, no es solo un mundo de ideas y teorías sino todo un proceso integral de fijación y limitación de nuestro organismo, que se va construyendo a lo largo de la vida, y quizás de manera social a lo largo de la historia de la humanidad.

El pensamiento parece querer ordenar mis experiencias, y generalizarlas en teorías que puedan aplicarse a todos por igual. Las ideas que tengo de cómo es el mundo y como debería serlo, se originan en quien yo soy y en la experiencia que tengo de mi misma. Nacen en mi percepción, que sucede en el lugar en el que estoy, y depende enteramente de cómo mi organismo esté funcionando. 

Yo estoy acostumbrada a mi misma. A mis hábitos, a mi forma de pararme, de sentarme, de hablar, de moverme, de pensar y demás. Esos hábitos son mi centro, mi eje, mi manera de funcionar. Puedo llegar a pensar que eso es lo que yo soy, ya que es toda la experiencia que tengo de mi propia existencia. Si yo soy eso y otro es otra cosa, entonces nos podemos comparar y cada uno puede concluir que el otro es mejor o peor.

Creo que es por eso que dejar de funcionar a través de estos hábitos es mas difícil de lo que aparenta. Dejar de guiarse a través de la propia percepción es adentrarse en un mundo nuevo, mas amplio, desconocido hasta el momento. Alexander dijo: “La esencia misma del cambio requiere ponerse en contacto con lo desconocido.” “No puedes hacer otra cosa si sigues haciendo lo mismo.” En este nuevo mundo las reglas no son las mismas, y hasta quizás no haya reglas de la manera en que nosotros las conocemos. Hasta ahora no imagino el limite de ese espacio y veo el proceso habitual que me lleva constantemente a achicarlo, pero confío también en su existencia y me adentro de tanto en tanto, cuando me animo.